Cuando hablamos de las sociedades humanas y sus complejas realidades, debemos mencionar a la escuela. La escuela es una de las instituciones sociales más importantes, mucho más reciente que otras como la familia o el Estado y completamente necesaria para favorecer la inserción de los niños en la sociedad como adultos responsables y capaces de convivir con otros a pesar de las diferencias.
La escuela es el ámbito donde las personas aprenden diferentes áreas del conocimiento y del saber humano que van desde cuestiones científicas como la física, la biología, la matemática, pasando por cuestiones sociales como la historia, la literatura, el arte, hasta cuestiones prácticas como la tecnología, la educación física, etc. Esto es parte del acervo cultural humano que ha sido creado a lo largo de los tiempos y que se considera suficientemente esencial para ser transmitido y recuperado de generación en generación. La escuela ha surgido como tal, con el objetivo mencionado a mediados del siglo XIX cuando se hizo necesaria la inclusión completa de la mayor parte de la población trabajadora que no tenía acceso a la educación y cultura hegemónica.
La escuela: su funcionamiento interno y sus características. ¿Podemos hablar de una única forma de escolarización?
La escuela varía mucho de sociedad en sociedad y de país en país. Esto es así debido a que cada región establece su propio sistema educativo y organiza el funcionamiento de sus propias instituciones escolares de acuerdo a sus necesidades o intereses.

Una escuela para convivir: cuando aprendemos a ser parte de la sociedad en la que vivimos
La escuela no es sin embargo sólo relevante por la transmisión de saberes y conocimientos. Podemos decir que una de las funciones principales y ocultas de la escuela es permitir que los asistentes (en la mayoría de los casos chicos y adolescentes, salvo que hablemos de escuelas en enseñanza para adultos) puedan sociabilizar con pares, con personas de su misma edad, nivel evolutivo y emocional, etc.
De este modo, queda claro que ser parte de la institución escolar nos permite aprender en un modo simplificado lo que es vivir en sociedad: adaptarnos a reglas, cumplir con las normas de comportamiento, aprender a convivir con quienes podemos no sentirnos cercanos, sentirse parte de una comunidad y trabajar permanentemente en su beneficio, etc.
Muchas veces, la convivencia en la escuela es lo que hace que el individuo se separe de la familia en un sentido positivo, pudiendo establecer lazos por fuera del ámbito familiar endogámico, lazos que en numerosas ocasiones se mantienen a lo largo de toda la vida por ser relaciones que se forman en épocas muy significativas para la persona. La escuela también supone sanciones y castigos en caso de que no se cumplan las normas de comportamiento y convivencia, tal como también sucede en la realidad social.
La escuela como centro de poder y desigualdad

Así, la escuela, para quienes son críticos de ella, establece una realidad difícil de romper que hace que los estudiantes nunca tengan poder para construir su propio aprendizaje ni seleccionar aquello que desean estudiar. Surgen nuevas visiones sobre el rol que la escuela debe cumplir en el nuevo siglo: estímulo al deseo del estudiante y una mayor relación de equidad entre los alumnos y los profesores, a quienes también se considera capaces de aprender y corregir sus acciones o estrategias.
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